Columna en Revista Planeo de la Directora Ejecutiva Piera Medina, y Carole Gurdon, Directora de Estudios de FEC
En un contexto donde la crisis de la pandemia de Covid-19 ha puesto de manifiesto las dificultades que ejerce el actual modelo de desarrollo productivo y urbano en relación a los cuidados en la ciudad, la presente columna reflexiona en torno a la relación entre el cuidado y la relevancia de la espacialidad en el desarrollo cognitivo de la infancia, aspectos que en conjunto entregan claves para avanzar hacia una planificación urbana con mayor pertinencia infantil en el diseño de los espacios públicos y de las lógicas funcionales de las ciudades. Desde una lectura de los sistemas urbanos actuales que sostienen la gestión del cuidado infantil en la ciudad, se señala la relevancia que tiene para la niñez la dimensión territorial en su desarrollo integral como un derecho que requiere ser visibilizado, y entendido como una oportunidad para avanzar hacia ciudades más integradas, saludables, y socialmente activas.
Palabras clave: Cuidado, geografías de la infancia, planificación urbana, espacio público
Este lunes 23 de Agosto 2021, se publicó la entrevista realizada por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano a nuestra directora ejecutiva Piera Medina, en el marco de la incorporación de la Fundación Escala Común mesa de Organismos Ciudadanos del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU), aportando una nueva perspectiva de la planificación de la ciudad desde la infancia, la crianza y bienestar sustentable.
Les compartimos la entrevista y las reflexiones en torno a la infancia, los cuidados, y también sobre los desafíos que trae el proceso constituyente que se lleva a cabo.
Por Piera Medina Arquitecta urbanista, directora ejecutiva Fundación Escala Común Co fundadora y directora Centro estudios territoriales ANTIS
En las últimas semanas, el confinamiento de los
niños/as Chile ha sido, quizás, el más estricto desde que comenzó la Pandemia.
La poca flexibilidad y voluntad política por incorporar criterios que respondan
a las necesidades de los niños/as y adolescentes para tener actividades al aire
libre y vincularse activamente con su entorno, su espacio, y la naturaleza, deja
de manifiesto el poco cuidado, respeto, y la carencia de conocimiento frente a
los procesos de desarrollo integral infantil.
Sin duda este ha sido un período complejo para muchos, una época que difícilmente olvidaremos. Sin embargo, para miles de niños/as y adolescentes que están en un proceso altamente complejo de desarrollo, esta experiencia va a ser absolutamente significativa para su conformación como individuos. Las adversidades que está experimentando la infancia HOY, y cómo se enfrentan éstas desde una perspectiva respetuosa e inclusiva en las políticas públicas, serán claves que podremos descifrar quizás demasiado tarde. No sólo por el simple hecho de incluirlos, más y mejor, sino por las consecuencias que tiene el no hacerlo.
Desde hace décadas se ha venido observando en diversos estudios el impacto que tiene la excesiva reclusión en espacios interiores para los niños/as, por diversos motivos vinculados principalmente a la idea de que los niños/as son muy vulnerables para estar en los espacios públicos de la ciudad, a los cuales no nos referiremos aquí. Esto ha consolidado prácticas como el excesivo uso de televisión y tecnologías como forma de recreación, limitando sus posibilidades de juego libre, sociabilizar, y vincularse con el entorno construido, social, y natural. Este grupo de niños/as se ha denominado como ‘indoor childrens’, (niños de interiores) y son quienes se encuentran mayormente propensos al desarrollo de obesidad y sedentarismo infantil, así como también, a problemas de visión de alto alcance (Carver, Timperio, Crawford, 2007), a mayor frustración y aburrimiento (Wang et al., 2020), como también, a presentar trastornos por déficit de naturaleza, sociabilización, disminución autonomía, de inteligencia espacial y mapas cognitivos (Medina, Mucientes, 2019).
Todos estas experiencias y sus consecuencias a
nivel integral del niño impactan de forma significativa con la salud mental, la
estructura cerebral (Schore, 2001; WHO, 2019) y la estructura social dentro de
la cual el niño/a se inserta. En la etapa de primera infancia sobre todo, se
están construyendo las bases de su personalidad, y por tanto todos estos
impactos serán significativos para su desarrollo como individuos.
Si bien estas prácticas de reclusión infantil en
los espacios interiores se vienen generando hace muchos años, durante el
confinamiento debido a la pandemia por Covid-19 se han sostenido y aumentado significativamente,
ya no sólo por decisión de sus cuidadores, sino, por la débil y ausente mención
a la infancia en la generación de espacios de recreación, juego al aire libre,
y vinculación con el entorno social, construido, y natural. A la fecha no ha
habido ninguna manifestación clara y concreta respecto a cómo nos hacemos cargo
para proteger la salud integral y favorecer un desarrollo armonioso de nuestros
niños y niñas mientras dure la pandemia, y cómo haremos para re-construir en
conjunto la infancia de nuestro país una vez que todo esto acabe. La única
mención al respecto se ha hecho desde la perspectiva escolar, sin embargo, esta
no ha sido netamente enfocada en las necesidades de los niños/as sino más bien,
desde una perspectiva adultocentrista y económica, que reconoce el gran rol que
juega la escolaridad para permitir que tanto padres, como principalmente madres,
puedan desempeñar sus trabajos de forma ‘óptima’. Sin embargo, no ha habido, a
la fecha, ninguna medida que apele a la salud mental de los niños/as que ingresan
al sistema escolar después de haber estado un año en pandemia, con formatos
educativos diferentes, sin sociabilizar entre sus pares, y con nuevos protocolos
que escasamente ponen énfasis en generar condiciones amables para los alumnos/as.
Pero este no es el foco de esta columna.
Los últimos estudios en la materia señalan un aumento de conductas “negativas” en niños/as menores de 6 años, y de 0 a 11 años producto del confinamiento que se han sostenido durante este último año de encierro (Escobar, Panesso, Franco, Cardemil, Grez, Del Río, Del Río, Vigil, Durán, 2021). Los efectos que tiene el no tener actividades al aire libre comienzan a hacerse palpables en la mayoría de las familias, y comienza a entenderse el rol que tiene el espacio público y las actividades al aire libre para la salud integral de la infancia.
Estamos generando patrones de conducta que pueden ser determinantes para el desarrollo de los individuos, y esto en la infancia es algo a tener en profunda consideración. Es urgente repensar el enfoque de cuidado y las garantías que se le entregan a la infancia respecto su bienestar integral, estableciendo bases seguras para proveer mejores condiciones para que puedan hacer uso de la ciudad y sus espacios públicos.
La pandemia no se ha extendido por la irresponsabilidad
de los niños/as, sino más bien por que los adultos no hemos sabido respetar la
corresponsabilidad de cuidarnos entre todos. Sin embargo, la niñez ha sido la
principal afectada, debiendo aguantar estigmatización (recuerden al principio
de la pandemia que los niños/as eran vistos como vectores de contagio) y total reclusión
de los espacios públicos de la ciudad.
A todo lo anterior hay que agregar la compleja situación de la salud mental y de obesidad infantil en Chile -que venía en aumento previo a la pandemia- que hoy se encuentra en los primeros lugares a nivel mundial, algo que no nos debería enorgullecer, sin embargo, tampoco parece hacernos el suficiente ruido como para hacer transformaciones radicales en la forma en que estamos educando, cuidando, protegiendo, escuchando, y valorando a los niños, niñas y adolescentes en esta sociedad.
No visualizar y hacerse cargo de las necesidades de la infancia en esta pandemia, para que puedan disfrutar de su derecho de tener actividades al aire libre y mejores condiciones de bienestar, -que incluye una transformación de la educación hacia un modelo más holístico y respetuoso-, nos pone en un escenario de elevada negligencia como sociedad.
A pesar del llamado de expertos en salud mental
infantil, y de diversas organizaciones vinculadas al desarrollo integral de la
infancia, dentro de las cuales nos posicionamos nosotros desde la dimensión
territorial de la niñez, las políticas públicas de Chile parecieran haber
decidido ignorar el impacto que esto tendrá en unos años más, cuando estemos lamentándonos
por no haber tomado las medidas necesarias durante estos tiempos de
confinamiento.
No sabemos cuanto tiempo tomará salir de esta
pandemia, ya hemos aprendido que la soberbia no nos ha llevado a ninguna parte.
Mientras tanto, permitámosle a los niños y niñas seguir siendo niños, a
disfrutar, a desarrollarse íntegramente, en la medida de lo posible, pero que
sea posible.
Invitamos a todos quienes se vinculen con estas temáticas, organizaciones, especialistas de la salud, padres y madres, a sumarse a una iniciativa común, que apunte a mejorar las condiciones actuales de miles de niños y niñas que están viendo afectados su desarrollo integral producto de su invisibilización. Dejamos abierto el diálogo.
Referencias:
– Carver A., Timperio A., Crawford D. (2007); “Playing it safe: The influence of neighbourhood safety on children’s physical activity – A Review”; Revista Health and Place No14, pp.217-22
– Escobar M.J., Panesso C., Franco E., Cardemil A., Grez A., Del Río P., Del Río J.P., Vigil P., Durán C. (2021); “Efectos de la pandemia y las medidas de confinamiento sobre la salud mental en población infantil de Chile”
– Medina P., Mucientes C. (2019); “Geografías de la Infancia: derribando muros del Gigante Egoísta. Análisis de la pertinencia infantil en el diseño de espacios públicos”. Disponible en: http://escalacomun.cl/wp-content/uploads/2020/05/Geografias-de-la-Infancia_Sipic.pdf
– Schore, A. N. (2001); “Effects of a secure attachment relationship on right brain development, affect regulation, and infant mental health. Infant Ment” Health Journal, 22, 7–66. doi:10.1002/1097-0355(200101/04)22:1<7::AID-IMHJ2>3.0.CO;2-N
– WHO / World Health Organization (2019); “Guidelines on physical activity, sedentary behaviour and sleep for children under 5 year of age”; Recuperado de https://apps.who.int/iris/handle/10665/311664
-Wang, G., Zhang, Y., Zhao, J., Zhang, J., & Jiang, F. (2020). Mitigate the effects of home confinement on children during the COVID-19 outbreak. The Lancet, 395(10228), 945-947. DOI:https://doi.org/10.1016/S0140-6736(20)30547-X
Ciudad en Juego. Plan de Activación de la Movilidad y Espacios Públicos para la Infancia (PAMEPI) 🌱💜🌈✔️
Estamos felices porque porfinnn podemos contarles que, este hermoso proyecto que se viene fraguando hace meses, fue seleccionado y nos ganamos el fondo Creación en arquitectura de @culturas_cl!!!!!
PAMEPI es un plan piloto que busca articular una red de movilidad y espacios publicos pensada en la infancia y crianza, con base en #SIPIC (www.sipic.cl), y sera implementado en la ciudad de #Limache, junto a @munilimache
Estamos felices de contarles que a partir de fines de febrero iniciamos la asesoría para el proyecto Calles para Niños de la National Association of City Transportation Officials (NACTO), que la Fundación Ciudad Emergente lleva a cabo en las comunas de Independencia, Santiago de Chile.
El rol que cumplirá la Fundación Escala Común, a través del equipo director de #PAMEPI liderado por Piera Medina y Carole Gurdon, será el de asesorar al equipo de CEM en metodologías y herramientas de medición para trabajar con la infancia en dicho proyecto, y acompañar en su desarrollo en las distintas etapas.
El proyecto de Calles para Niños de NACTO surge a partir de una iniciativa global que se enfoca en el diseño urbano para niños/as y sus cuidadores, entregando soluciones y herramientas prácticas para inspirar a más ciudades a hacer de las calles lugares más seguros y acogedores para todos/as.
La Guía de Diseño de Calles para Niños (Designing Streets for Kids) pone como lineamiento el enfoque pensado en las necesidades de bebés, niños, y sus cuidadores, lo cual es un gran desafío para la mayoría de las ciudades de nuestro país.
Felicitamos a Fundación Ciudad Emergente por llevar a cabo este hermoso proyecto que sin duda será el primero de muchos otros, y agradecemos su invitación a colaborar activamente en él.
Para más información sobre la Guía NACTO, te invitamos a revisarla en nuestros descargables en la sección del Núcleo ARQATAK.lab.
Estamos muy contentos de contarles que hemos sido invitados a participar de la iniciativa Ciudad Constituyente, un espacio de reflexión y plataforma para que una serie de organizaciones de Chile, con distintos enfoques y posturas, puedan unirse a dialogar y generar propuestas en torno a la ciudad y la redacción de la nueva Constitución del país. Nuestro aporte como Fundación Escala Común estará inevitablemente desde la defensa de los niños, niñas y adolescentes como agentes activos de la ciudad, partícipes del desarrollo de sus territorios, y merecedores de su derecho a la ciudad. Tanto los NNA como sus familias y cuidadores, merecen tener un acceso digno a la ciudad, ser incluidos como habitantes que requieren de espacios más inclusivos, accesibles, seguros, y amigables con la crianza urbana, y el juego. Así también, como Fundación Escala Común y en conjunto con el Centro de Estudios Territoriales RAIZ, nos enfocamos en las distintas escalas de nuestro habitar, y así como la urbe, buscamos promover una educación ambiental consciente y pertinente con los distintos territorios, geografías, y culturas del país, que permita activar una relación más consciente con nuestro medio ambiente natural desde una temprana edad, vinculando el patrimonio, los pueblos originarios, y las distintas visiones de nuestra geografía, siendo éstos los elementos sustanciales para nuestra comprensión y visión del mundo en que vivimos.
Esperamos poder contribuir activamente en ideas, contenidos, y propuestas que puedan ser un aporte para la nueva constitución del país. Creemos que sólo así, colaborando, integrando ideas, y siendo parte, es posible avanzar en un país con más equidad, inclusión, y ecológicamente sustentable.
El pasado jueves 20 de Agosto se presentó el proyecto Ludotecas Barriales: reconfiguración territorial desde la infancia. Análisis de un modelo de fortalecimiento comunitario y bienestar infantil”, en el ciclo de conversaciones organizado por Cedeus. En esta ocasión, nuestra directora ejecutiva Piera Medina, y la directora de la Fundación Minga Valpo, Macarena Cima, colaboradora de Escala Común, presentaron el estudio realizado durante el años 2019 y 2020. Este proyecto, financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes, y el Patrimonio en la línea de investigación en Arquitectura, es un estudio que permitió evaluar el rol de la Ludoteca Merced (realizada y gestionada por la Fundación Minga Valpo) en el barrio y su impacto a nivel territorial y en la calidad de vida de los niños/as asistentes, con el fin de poder generar nuevas ludotecas barriales en otros sectores de la ciudad y el país.
En esta ocasión, estuvieron de comentaristas Ángela Ibañez, directora ejecutiva y co-fundadora de Fundación Patio Vivo, y Lake Sagaris, investigadora de Cedeus y nominada “Mujer Notable de Transporte” el años 2019.
La pandemia del Covid-2019 que hemos enfrentado en lo que va de este 2020 ha cambiado nuestra vida de forma abrupta y radical. Nuestra relación con la ciudad y los espacios públicos se ha visto paralizada, las calles se han vuelto un espacio vacío frente a la ausencia de los cuerpos que cohabitan los espacios públicos, quedando de manifiesto el rol de las ciudades en nuestras vidas cotidianas, soporte de actividades, encuentros, movilidad, y el juego. Así como también, las brechas socio territoriales que se han incrementado durante los últimos meses. Atónitos frente a un evento que pensábamos propio de los libros de historia, nos enfrentamos a un escenario difuso y nuevo, en un tiempo de pausa que nos permite remirar con nuevos lentes nuestra relación con la ciudad, y resignificar los espacios que acogen nuestra vida, allá afuera. El presente texto se refiere al regreso de los niños/as a la ciudad y el uso de los espacios públicos cuando la pandemia termine.Se plantea una reflexión en torno a la manera en cómo abordamos y qué criterios se deberán tener en consideración para establecer condiciones seguras para el regreso de los niños/as en nuestras ciudades.
Columna en Revista Planeo de la directora ejecutiva de Escala Común
Por: Mariapaz
Sepúlveda Cabrera; Arquitecta, acreditada LEED AP, WELL AP y Asesor CES;
consultora independiente de proyectos sustentables y saludables.
Resumen: Atender holísticamente la necesidad de calidad de vida, salud y
bienestar que la sociedad presenta hoy, es una prioridad que nos permite
concebir espacios y ciudades que impactan positivamente a las personas y al
planeta.
Palabras claves: Calidad de vida, salud y bienestar; holístico; colaboración y trabajo
interdisciplinario.
En Chile se venía enfrentando una crisis social, que fue denominada, luego de Octubre 2019, como “el estallido social”. Este despertar nos ha dado una oportunidad para reflexionar y reaccionar sobre la sociedad que queremos ser, y en medio de esta pandemia que nos llama a distanciarnos y quedarnos en casa, se evidencia aún más la necesidad de bienestar, de mejorar nuestra calidad de vida, y de romper con las profundas desigualdades de nuestro país.
La tarea
de responder a estas necesidades es titánica, pero se hace más terrenal
conforme entendemos desde dónde partir. En este sentido, medir el bienestar y
la felicidad se hace cada día más relevante, ya que son indicadores que no sólo
juegan un rol fundamental en determinar cómo lograr y medir el desarrollo
social y económico en un país (World Happiness Report, 2020), sino que también
permiten alinear las necesidades e intereses de las personas con el de las
instituciones, para generar estrategias efectivas y de impacto significativo.
En el
caso del diseño de los espacios y las ciudades, existen diversos estudios que
muestran una directa relación entre el aumento de la productividad y el aumento
del retorno de la inversión (ROI) cuando atendemos holísticamente el bienestar
físico, mental y social de las personas. Podemos encontrar casos de estudio que
muestran que la satisfacción y participación de las personas ha aumentado sobre
un 70% cuando las estrategias implementadas unen tendencias de comportamiento,
según edad e interés, con el diseño y la operación de un espacio (IWBI, 2019).
Para lograr estos niveles de satisfacción y participación se debe entender las necesidades mentales, sociales y físicas de los individuos para quienes se diseña. Por un lado, se debe mirar las estadísticas y el comportamiento de distintos sectores demográficos, por ejemplo, millennials1 y centennials2 muestran que son generaciones con mayores problemas de salud mental que las generaciones anteriores, que no tienen capacidad de proyección y que se sienten solos a pesar de su gran cantidad de “amigos y amigas” en redes sociales. Todo esto debido al exceso de información, falsa o verdadera, a la que se ven expuestos, siendo sus principales preocupaciones la inclusión, la sustentabilidad, la ética y la seguridad (Pasqualini, 2020) – todas en constante amenaza. También son generaciones cuyos sistemas inmunes están más deprimidos que los de generaciones anteriores debido al aumento del estrés, y a que en nuestros primeros años de vida vivimos en espacios estériles con limitado acceso a la naturaleza. Las personas tienden a creer que mientras más limpio un espacio, mejor es para la salud de niños o niñas, pero enfermedades como el autismo, el asma, las alergias alimentarias, la obesidad, entre otras, se ven beneficiadas por la falta de contacto con ciertas bacterias en nuestra primera infancia, lo que contribuye a ser adultos inmunodeprimidos (Gilbert, 2017).
Por otro
lado, para lograr un diseño exitoso desde el punto de vista del bienestar,
también es importante mirar las principales causas de muerte en el mundo, ya
que están relacionadas con enfermedades no transmisibles (ENT) asociadas a
factores ambientales, genéticos, socioeconómicos y culturales. Según la OMS,
“si estos Factores de Riesgo fueran eliminados se podría prevenir al menos 80%
de las enfermedades del corazón, ataque cerebral y la diabetes tipo 2 y 40% de
los cánceres” (MINSAL, 2017). Así, debido a que pasamos el 90% del tiempo en
interiores y el 100% del tiempo en un espacio/lugar, diseñadores, arquitectos y
urbanistas se vuelven primordiales, y cuando se diseña, primero se debe
consultar a los usuarios de todas las edades, ya que ellos son los protagonistas
y usuarios finales de tales espacios; y segundo se debe mirar a la ciencia que
revela factores físicos que las personas no pueden decir por sí mismas.
Todo
esto, es un trabajo que se logra implementando políticas públicas
intersectoriales que apunten a mejorar nuestra condición y estilos de vida; y a
la colaboración y el trabajo interdisciplinario de comunidades y profesionales,
entendiendo que todos y todas interpretamos un rol fundamental en mejorar el
bienestar y la calidad de vida de las personas.
Im1. Colaboración y trabajo interdisciplinario para atender holísticamente el bienestar físico, mental y social de las personas / Fuente: Rawpixel.
Hoy,
existen diversas fuentes de información y herramientas que podemos consultar en
materia de salud y bienestar en edificios y comunidades, las cuales gracias a
la colaboración de diversas instituciones y trabajo interdisciplinario han
logrado abordar holísticamente estos temas, considerando estrategias de calidad
de aire y de agua, parámetros de luz y acústicos, y consideraciones de confort,
encuentro social y vida saludable. Algunas de estas herramientas son las
presentadas por la Certificación
Fitwel, o por el International
WELL Building Institute con la
Certificación WELL o el WELL Health-Safety Rating (inaugurada este mes para el
retorno post-COVID-19), y también por certificaciones ya aplicadas en Chile
como LEED y Certificación Edificio Sustentable (CES), que incluyen algunas estrategias
enfocadas en las personas. Así como estás, existen muchas otras, lo importante
es que al elegir las estrategias que se implementarán se busque un impacto
integral considerando comportamiento y operación para lograr un diseño
efectivo; tomando en cuenta aquellas que han demostrado tener un mayor impacto
en la salud y el bienestar al mejorar aspectos como calidad del aire, confort
térmico, iluminación natural y artificial, ruido y acústica, vistas y biofilia,
ergonomía, ubicación y acceso a servicios (Attema, 2018). Todos ellos, factores
fundamentales para el desarrollo integral de la habitabilidad para la infancia.
Im2. Espacio infantil diseñado en base a enfoque holístico y de bienestar / Fuente: https://www.frameweb.com/news/ecokid-kindergarten-lava
Finalmente,
para lograr atender holísticamente la necesidad de calidad de vida, salud y
bienestar que la sociedad presenta hoy, se debe abordar cada diseño que hagamos
desde el corazón, con empatía y comprensión por las personas para quienes
estamos diseñando, y desde ahí, hacer un trabajo interdisciplinario que nos
permita entender el espacio que habitamos como un ecosistema vivo que tiene un
impacto real en la salud pública, ya que entonces nuestras ciudades no sólo se
vuelven un lugar fantástico para experimentar la vida, sino que también afectan
positivamente el bienestar del planeta que nos da hogar. Aprovechemos esta
pandemia como una oportunidad para cuestionar el “status quo” o “business as
usual” para escuchar, dar forma y regalar la dignidad y bienestar que los
chilenos y chilenas exigen.-
Gilbert, J. et.al (junio 2017); “Dirt Is Good:
The Advantage of Germs for Your Child’s Developing Immune System”. St. Martin’s
Publishing Group. Consultar video: https://youtu.be/FZURpI_I7-M
1. Millennials (Generación Y). No hay precisión o
consenso respecto a las fechas de inicio y fin de esta generación; los
demógrafos e investigadores suelen utilizar los primeros años de la década de
1980 como años de inicio del nacimiento y de mediados de la década de 1990 a
principios de la de 2000 como años de finalización del nacimiento
2. Centennials (Generación Z). Los demógrafos e investigadores suelen señalar desde la mitad de la década de 1990 a mediados de la década de 2000 como el comienzo de los años de nacimiento de la generación, mientras que hay poco consenso con respecto a su terminación.
Por: Consuelo Mucientes Medina; Psicóloga infanto juvenil Colaboradora de Escala Común
En otros tiempos, la instalación de
medidas para aislar a niños y niñas del espacio público y sus rutinas sociales,
así como exponerlos a información que les genere miedo y terror, constituiría
un acto de maltrato emocional infantil. Al ver restringidas las posibilidades (progresivas)
de mayor autonomía y determinación en estos/as niños/as, quienes ejercen como
profesionales de la salud se verían en la obligación ético – legal de
actuar y activar las redes de protección de derechos. En cualquier otro
contexto, dentro de nuestro país, el encierro o confinamiento en sí
constituiría una amenaza al bienestar integral de la infancia.
Hoy, sin embargo, nos encontramos al
otro lado del espejo. El encierro se ha ido normalizando progresivamente
durante los últimos meses a nivel colectivo, bajo la premisa de cuidar al otro,
tanto como a uno mismo. En definitiva, surge de la solidaridad como
responsabilidad social ciudadana, a partir de los aportes e indicaciones que la
ciencia realiza para el bienestar de la humanidad.
¿Que ha implicado esto para la
infancia?
A ratos se presentan visiones más
románticas de la Cuarentena y el aislamiento social, y si bien es cierto que
emergen grandes recursos adaptativos y de aprendizaje en los momentos de ocio a
través del juego, los niños y niñas también se encuentran haciendo frente a una
gran crisis.
La organización internacional Save the Children recientemente realizó un estudio entrevistando a más de 6000 niños/as durante este período, en cinco países de alto ingreso per cápita. En Finlandia, se identifica que el 55 por ciento sentía fatiga, y 7 de cada 10 menores, así como un cuarto de los participantes del mismo estudio, pero en Estados Unidos, sentían ansiedad. En el Reino Unido en tanto, casi el 60% de los niños y niñas encuestados temía que un pariente pudiera enfermar, y en Alemania 3 de cada 10 estaban preocupados por no poder terminar el año escolar. En España, se identificó que 1 de cada 4 niños presenta ansiedad durante el aislamiento, y que en 4 de cada 10 hogares los niveles de estrés y problemas de convivencia se han incrementado considerablemente, así como las dinámicas de violencia física y psicológica hacia la infancia.
Los niños/as se han visto afectados
por el cambio de no ir presencialmente a su centro educativo, por tener que
adaptarse al formato de clases online desde su hogar, sujetos a disposiciones
ministeriales abruptas que han significado la pérdida de espacios colectivos de
encuentro en la ciudad, y por verse confinados en ambientes de alto estrés.
Esto es aún más preocupante considerando que muchos se encuentran viviendo esta
situación en malas
condiciones de habitabilidad de sus hogares.
Si bien estas situaciones siguen, no
se ha tomado el peso real de lo que implican hoy y a largo plazo para la
infancia, y por supuesto, para quienes les cuidan. Dentro de esta crisis
sanitaria, los niños y niñas han sido denominados “vectores de contagio”, pero
no son considerados “población de riesgo”. Lo cual en una crisis sanitaria de
esta envergadura, esto genera que en primera instancia los niños y niñas no
sean prioridad. De esta manera, es comprensible como se han adoptado medidas
sobre la marcha que parecen naturalizar su plasticidad y capacidad de
adaptación como un recurso más y una externalidad negativa menos. En conjunto
con esto, la premisa de que una persona asintomática es una persona “saludable”
todavía impera fuertemente en Chile y durante esta crisis sanitaria no ha sido
la excepción. Si hay algo de lo que hemos sido testigos durante esta Pandemia,
es de los efectos que puede provocar esta visión en la gestión de la salud.
Estos elementos, juntos, permiten
hacer una radiografía del presente en cuanto a la escasa e invisibilizada
gestión de la salud mental en la infancia chilena. Estas dos premisas llevan a
las instituciones, tanto como a las personas a no preocuparse oportunamente de
su salud, y sólo sospechar cuando aparecen síntomas. Así mismo, evidencian las
principales razones por las que Chile viene arrastrando una crisis de salud
mental desde hace tiempo. En el caso de la infancia, grupo social que
históricamente ha sido desplazado e invisibilizado, esto no es excepción. En
esta crisis sanitaria, ellos/as han pasado a ser “los más asintomáticos”.
Hoy, la pérdida de los espacios
públicos resuena fuertemente en los adultos, ¿Por qué habría de ser distinto en
los niños/as?
Si bien pueden aprender y
experimentar lúdicamente, e internalizar la importancia de la solidaridad con
la comunidad, esto no debe confundirse con ausencia de conflicto. Se requiere
de ambientes facilitadores, figuras de cuidado y factores protectores que den
espacio a estas prácticas.
Se han hecho esfuerzos desde los
establecimientos educacionales, por ejemplo, que han solicitado a profesionales
elaborar guías de orientación que sean de fácil acceso para los padres y
madres, que apunten a mejorar la interacción dentro del hogar y disminuir los
niveles de estrés en las relaciones interpersonales. Esto resultaría óptimo, si
tan sólo fuera suficiente que una persona pase a incorporar hábitos y acciones
al tomar conocimiento de las recomendaciones. Y por otro lado, estas guías tampoco
son un dispositivo que logren abordar una de las problemáticas centrales: la
desigualdad del espacio físico del hogar de cada niño/a. Esto no significa que
dichos instrumentos sean innecesarios o poco útiles, sino que el abordaje del
problema debe ser mucho más profundo y sistémico.
En un país que enfrenta una crisis
profunda de desigualdad, el mandato del Ministerio de Educación de clases
virtuales no llega a todos/as los niños/as de igual forma. No sólo por la
materialidad de los dispositivos electrónicos, por cierto, sino en general,
debido a una falta de recursos para poder improvisar espacios óptimos para el
aprendizaje y que les puedan proveer a los niños/as una sensación de
continuidad durante estos momentos de
incertidumbre. Difícilmente se puede
comparar la previsibilidad de contar a diario con una pizarra con plumones y
un/a profesor/a cuya única labor es propiciar el aprendizaje, a tener que estar
buscando un lugar dentro de la casa donde poder instalarse sin ruido y
sin ser molestado/a.
La materialidad del espacio en el que
viven las infancias de Chile también marca su vida emocional y desarrollo
psicosocial. Las condiciones de hacinamiento, la segregación y violencia
urbana, así como el escaso acceso a servicios, son sólo algunos factores que
previo a la pandemia ya generaban que niños y niñas se sintieran inseguros de
acceder a sus espacios públicos.
Durante este período, marcado por la
grave crisis sanitaria que vivimos, no sólo debemos pensar en el estado
emocional de la infancia desde la sintomatología. La problemática de salud
mental, asociada al largo período de encierro, nos obliga a pensar en cómo se
relacionaba previamente las infancias al espacio público y sus viviendas.
Así mismo, despierta la pregunta por
las condiciones que facilitan el desarrollo integral de la infancia en los
espacios públicos, la relevancia que tiene la comunidad en su bienestar y que
podemos hacer para re vincularlos al espacio. Esto sería, tal vez, una lectura
distinta de un “ambiente facilitador”. Posterior a la pandemia, en el momento
en que todos/as estarán deseando salir y disfrutar los espacios públicos,
debemos pensar como facilitar mejores espacios para la infancia. Hoy por hoy,
la posibilidad de la que la infancia (y el mundo adulto) perciba un mundo que
no está constantemente amenazado por fenómenos del calentamiento global o
pandemias es bastante distante, y depende de nuestras acciones que mejore.
Hoy nos encontramos avanzando hacia
los tres meses y medio de aislamiento social y cuarentena, voluntaria u
obligatoria. El aumento crítico de casos de COVID19 en nuestro país, producto
de medidas sanitarias insuficientes, da luces de que la situación de
aislamiento continuará; y con esto la incubación de una fuerte crisis sanitaria
de salud mental que poco a poco se irá haciendo escuchar.
En vistas de esto, más que prudente,
se vuelve necesario adelantarnos y atender la crisis de salud mental infantil
en el presente, como también integrar una lectura más compleja del problema.
Esto requiere entender la relación entre espacio público y salud mental en la
infancia, qué experiencias se irán configurando durante y posterior a esta
pandemia, para así poder actuar oportunamente.
Es importante comprender cómo se
están organizando (y esforzando) las familias con niños/as para equilibrar los
altos niveles de estrés asociados a la incertidumbre en el mejor de los casos.
En muchos casos haydespidos,
recorte de ingresos, escasez de alimentos y otros factores. Por tanto, es
importante dar un espacio a ambas caras del espejo: aquella capacidad de
adaptación impactante propia de la infancia que es tanto un aporte tremendo
como un recurso, al igual que la crisis de la que también son parte y como les
está afectando a nivel de salud metal.
En definitiva, se trata de que durante la
experiencia de vivir una crisis tan repentina, importante y multifactorial
como la que se presenta, hagamos un esfuerzo por adelantarnos y repensar
estrategias de prevención y promoción de la salud mental de la infancia. Una de
estas dimensiones que puede traducirse en un bienestar a largo plazo tiene
estrecha relación a la experiencia urbana y de vivienda. Para lograr abordar
esto, se requiere de organismos públicos,
privados y el gobierno trabajando en conjunto para elaborar propuestas prontas
y que de seguro no sólo aliviarán a niños y niñas, sino también a sus
cuidadoras y cuidadores.
Prestando atención a los
“asintomáticos”, quizás podamos prevenir otra crisis.